Jesús Jorge Rubio Torres: El cine como pensamiento en movimiento
El primer recuerdo cinematográfico de Jesús Jorge Rubio Torres es una experiencia sensorial que lo marcó para siempre. “El recuerdo más consciente que tengo de haber experimentado el cine fue en el Río 70, con la película Garras, protagonizada por Val Kilmer. Recuerdo que me llevó mi padre, y que en la oscuridad de la sala los rugidos del león sonaban como si estuvieran justo detrás de nosotros.”
Ese rugido —mezcla de miedo, asombro y realidad amplificada— fue su puerta de entrada a la potencia del cine. “Fue una experiencia impactante —dice—, algo que nunca había sentido: la sensación de vivir lo que veía en la pantalla.” Desde entonces, entendió que el cine podía traspasar el límite entre la ficción y la vida.

Más tarde, las obras de Andrei Tarkovski y Jonas Mekas le devolverían, una y otra vez, la convicción de estar en el camino correcto. “Su cine me regresa siempre la certeza sobre mi carrera y mi trabajo”, confiesa. En ambos encontró una forma de pensar con la imagen, una espiritualidad que no se impone, sino que respira. Para Jesús Jorge, el cine no se explica: se habita.
“Hacer cine es una forma de relacionarme conscientemente con la realidad”, afirma. En sus palabras, el arte se convierte en método y reflejo. “Es manifestar mi pensamiento, reconocer mi entorno y valorar a mis amigos y a mi comunidad. Es también una manera de mirar hacia adentro para comprender lo que ocurre afuera.” En su cine, pensar y vivir son acciones inseparables.
No cree que el cine exista solo para contar historias. “Es, ante todo, una manifestación del pensamiento y una forma de expresión artística”, dice. Las historias —añade— “son una excusa para ficcionar aquello que sentimos por dentro”. Por eso busca liberar al cine de la convención narrativa y llevarlo hacia “un territorio verdaderamente dialéctico”.
En su mirada, la cámara no es una herramienta, sino una extensión del cuerpo. “Quiero que el cine sea una extensión de mi mirada o inclusive de mis manos —explica—. La cámara me permite estar más presente, vivir más de cerca lo que me está pasando mientras sucede, y poder regresar a ello cuando lo edito o lo vuelvo a ver.” Filmar, para él, es una práctica de conciencia.
En su labor como docente, su interés se centra en la intersubjetividad: “La capacidad de los individuos de coincidir en una imagen o en un proceso cinematográfico vincula sus maneras personales de pensar porque comparten contextos, historias, ideas y sentimientos.” Para Jesús Jorge, enseñar cine no es transmitir técnicas, sino construir una mirada colectiva, donde lo personal y lo común se entrelazan.
Hablar de los retos del cine mexicano implica, en su caso, un compromiso ético. “Lo más difícil es mantenerse firme en la ideología personal cuando hay una presión por transformar el cine en producto, en consumo, en satisfacción para un cliente.” Aun así, insiste en que el arte es también trabajo, y que debe reconocerse como tal. “Las ideas también son trabajo, sobre todo cuando tienen la intención del impacto social.”
Su deseo es claro: “Que se entienda el cine en su diversidad como uno solo.” Lo imagina con una comunidad fuerte, activa y crítica, capaz de dialogar desde las diferencias, no de competir desde las carencias.
Del público, no espera más que honestidad. “Nomás que piensen y sientan —dice—, y si quieren, que realicen también.” No busca moldear reacciones, sino despertar el impulso de crear. Recientemente, una película —On Their Own Time, de Sourya Dipta— le recordó por qué el cine importa: porque todavía puede observar el tiempo con delicadeza, sin prisas, con verdad.
Cuando se le pregunta qué es el cine, responde con una negativa: “No me gustan las etiquetas.” No por evasión, sino por libertad. Encerrarlo en una definición sería traicionarlo. En su imaginario, el cine es como “las flores en las películas de Jonas Mekas o el agua en las de Tarkovski”: elementos que fluyen, que reflejan la luz y que solo existen en su constante movimiento.
A quienes comienzan, les deja un consejo que encierra su filosofía entera: “El cine es libre. Explóralo sin miedo.” Es un llamado a perder el control, a filmar sin garantías, a encontrar el pensamiento en la práctica.
En la mirada de Jesús Jorge Rubio Torres, el cine no es una fábrica de historias, sino una forma de pensar el mundo mientras ocurre. Cada plano, cada sonido y cada silencio son una posibilidad de entendernos mejor. Y así, como en aquel recuerdo de infancia en el Río 70, cuando un rugido resonaba detrás de su espalda, el cine sigue siendo eso: una presencia invisible que nos recuerda que aún estamos vivos, pensando y sintiendo en movimiento.


