Erica Navarro: Luz, movimiento y libertad
Para Erica Navarro, el cine comenzó con una fascinación pura, casi infantil. “Recuerdo muy vívidamente no distinguir si lo que veía en la pantalla grande era real o no”, dice. En la penumbra del cine, frente a juguetes que cobraban vida en Toy Story, Small Soldiers o The Indian in the Cupboard, descubrió el asombro y la pregunta que marcaría su destino: ¿Cómo estaría hecho? Detrás de esa curiosidad estaba la semilla de una cineasta, alguien que no solo quería ver, sino comprender, desarmar y volver a construir el misterio.
Su deseo de entender se volvió vocación al descubrir los “detrás de cámaras” que pasaban en Cartoon Network o TNT. “Introdujeron en mi consciencia el concepto de ‘Esto está hecho por alguien’”, recuerda. La magia se revelaba como un acto humano, artesanal, posible. Pero fue más adelante, al encontrarse con cineastas como Richard Linklater, Agnès Varda, Stan Brakhage, Maya Deren o Takashi Ito, cuando comprendió que el cine también podía ser pensamiento, sensibilidad, filosofía. “Me han inspirado desde el primer fotograma hasta el último para anhelar hacer algo así y dedicarme a ello.” Su cine nace de esa mezcla: la niña que se pregunta cómo se hace y la adulta que se pregunta por qué se siente.

Hacer cine desde su contexto, dice, es “un acto de resistencia, exploración, comunidad y amistad.” Habla de un hacer artesanal y consciente, donde cada decisión es una forma de autoconocimiento. “Significa sortear carencias, ser creativa en todos los ámbitos posibles, un profundo acto de consciencia y sensibilización con mi entorno.” En su visión, el cine es también un modo de estar en el mundo: mirar, comprender, imaginar y construir relaciones.
Cuando reflexiona sobre la necesidad de contar historias, cuestiona la propia idea. “Estamos obsesionados con el concepto de contar historias —afirma—. Quizá lo interesante sea explorar la imagen en movimiento más allá del entretenimiento.” Para ella, el cine no es solo narrar, sino experimentar: una forma de pensamiento en imágenes, de comunicación entre lo visible y lo invisible. “El mundo interior, el exterior y los catalizadores entre ambos” son lo que la mueven al filmar. Quiere mostrar “lo no dicho, los momentos que damos por hechos y no volverán”, esa red invisible que une a todos los seres que comparten un mismo tiempo y espacio.
En su proceso creativo, la frontera entre lo personal y lo colectivo se disuelve. “Las inquietudes personales son también colectivas —dice—. Un pensamiento que haya pasado por mi mente fácilmente podría haber pasado por otras.” Su arte parte de la empatía: lo íntimo se vuelve espejo del otro.
De los muchos retos de hacer cine en México, señala uno que sigue sin resolverse: la exhibición. “¿Qué hacemos con el cine que hacemos? ¿Dónde lo proyectamos?” La falta de espacios la ha llevado a crear los suyos, junto a un grupo de amigos, a inventar nuevas plataformas, alianzas, formas de mostrar su trabajo. En esa precariedad también encuentra libertad: “Lo más gratificante es ver cómo mutan las ideas frente a mis ojos, escuchar al público reaccionar, sorprenderme con sus interpretaciones.”
Su deseo de cambio es profundo: “Que se deje de producir de una forma industrial, plástica, llena de intenciones ridículamente comerciales.” Erica defiende un cine más consciente, que nazca de las capacidades y contextos propios. “Nuestras salas son escaparates para el cine estadounidense, porque es un negocio, pero también podría serlo nuestro cine.” En su mirada, la transformación empieza por la percepción: entender que el cine mexicano puede ser arte, reflexión y también sustento.
Imagina el futuro del cine independiente como lo que ya está siendo: “Implacable, en crecimiento constante y cada vez más potente.” Y lo dice con la seguridad de quien lo vive desde dentro, creando comunidad en medio de la adversidad.
Como espectadora, abraza todas las interpretaciones posibles. “Me fascina la diversidad de reacciones del público. Esperaría que se permitieran pensar, sentir, entregarse al fluir de la consciencia.” Cada espectador, como cada fotograma, es una posibilidad abierta. “Todas las películas me recuerdan por qué el cine importa”, confiesa.
“El cine es luz, movimiento, sonido y libertad”, afirma con la claridad de una definición esencial. Si tuviera que representarlo en una imagen, sería “ese momento en que entrecierras los ojos y ves pequeñas luces flotando, tratando de descifrar qué son, y cuando crees que las estás viendo, desaparecen.” Así concibe el cine: una experiencia efímera y reveladora, donde lo intangible cobra forma por un instante antes de disolverse en la oscuridad.
Y a quienes están empezando, les da un consejo que resume su filosofía y su energía: “HÁZLO.” Sin pretextos, sin miedo, sin esperar condiciones ideales. Solo hacerlo, con la convicción de que cada imagen filmada es una declaración de libertad.
En la mirada de Erica Navarro, el cine no es una industria ni un método: es una forma de respirar. Es el impulso de mirar distinto, de entender el mundo a través de la luz, de resistir a través de la creación. Porque al final, cuando la cámara se enciende, lo que queda es eso: luz, movimiento, sonido… y libertad.
Erica es parte del festival y puedes conocerla mejor en:
Síguela: https://www.instagram.com/parabola.inmortal
Co fundadora y co directora de Esto Es Para Esto
https://www.instagram.com/estoesparaesto/


